EVA CRUZ

AÚN QUEDAN DÍAS DE VERANO

UN VERANO PARA RECORDAR ★ El verano tiene una manera especial de alargarse en el Mediterráneo. Las tardes doradas se

EC

UN VERANO PARA RECORDAR 

El verano tiene una manera especial de alargarse en el Mediterráneo. Las tardes doradas se deslizan lentamente, el sonido de las olas se convierte en una melodía familiar y el sol parece despedirse sin prisa. Blanca y Daniel se abrazan con esa complicidad que solo los hermanos entienden y han encontrado en este rincón del mundo un refugio donde el tiempo parece detenerse. Entre calas escondidas, aguas cristalinas y atardeceres que tiñen el cielo de tonos cálidos, cada instante se convierte en un recuerdo.

Blanca se separa, dejando que el viento juegue con su vestido mientras avanza por las rocas. Su sonrisa permanente e intacta, y su mirada, perdida en el horizonte dejando que la brisa marina acaricie su rostro. Cierra los ojos un instante, disfrutando de la sensación, como si el mundo se detuviera solo para ella. Para Blanca, Campello es mucho más que un destino de verano; es un lugar donde puede respirar con calma, donde cada atardecer le recuerda la belleza de lo simple Le gusta sentir la textura de la arena y las rocas bajo sus pies, como si cada paso la anclara aún más a este rincón del mundo.

Blanca, mi preciosa niña, adora sentir el agua salada en la piel y sumergirse en la inmensidad del mar. Ambas cosas la conectan con algo más grande, con una sensación de libertad que solo encuentra aquí.

El agua la envuelve con suavidad mientras las olas la balancean con su vaivén eterno. Se deja llevar, como si el mar le susurrara historias de otros veranos. Su vestido de algodón flota a su alrededor, empapado, pegándose a su piel con esa ligereza propia de los días sin prisa. Hay algo hipnótico en la forma en que la luz del atardecer se refleja en las gotas que resbalan por su cabello mojado. Es una imagen que se quedará en su memoria para siempre

“El verano es nuestro”, dice Blanca con una sonrisa, mientras las últimas luces del día reflejan en su vestido blanco. Y tiene razón. Aún quedan días de verano, aún quedan momentos por vivir.

Cada familia tiene un rincón especial en el mundo, ese lugar donde todo parece encajar, donde los días fluyen sin esfuerzo y la felicidad se siente más cercana. Para ellos, ese lugar es este. Un destino al que siempre vuelven, donde los recuerdos se renuevan y la esencia del Mediterráneo los envuelve con su calidez. 

Aquí, la moda es un reflejo del estilo de vida: natural, sin artificios, cómoda y luminosa. Blanca viste un vestido de algodón ligero, ideal para esos paseos en los que el viento juega con los pliegues de la tela. Sus pendientes brillan sutilmente con la luz del atardecer, mientras el reloj en su muñeca marca el tiempo que aquí parece detenerse. Daniel, con su look fresco y desenfadado, refleja la esencia de esos veranos interminables donde la única preocupación es disfrutar.

“Momentismo absoluto”, dice Daniel con una risa. Blanca lo mira con curiosidad.

“¿Qué significa eso?”, pregunta.

“Que estamos aquí, ahora, sin pensar en otra cosa”, responde él con una sonrisa. “Que no importa lo que venga después, ni lo que pasó antes. Solo esto”.

Y tiene razón. A veces, olvidamos lo valioso que es simplemente estar. Mirar el mar sin más intención que disfrutar del paisaje, sentir la arena bajo los pies, reír sin motivo, abrazar sin prisa. Ellos lo entienden sin necesidad de explicaciones. En su mundo, el tiempo se mide en risas, en carreras por la orilla, en juegos improvisados y en conversaciones bajo el sol.

Los hermanos tienen un vínculo único. Crecen juntos, aprenden uno del otro y crean un lenguaje propio que solo ellos entienden. Blanca y Daniel han construido una relación llena de matices, donde la risa es el hilo conductor y el cariño se expresa en los pequeños gestos.

No siempre están de acuerdo, claro. Pero en cada desacuerdo hay aprendizaje, en cada diferencia, una oportunidad para crecer. La psicología nos dice que la relación entre hermanos influye en la forma en que nos relacionamos con el mundo. Aquí, en este verano sin fin, Blanca y Daniel siguen escribiendo su historia, compartiendo momentos que en el futuro recordarán con nostalgia.

La relación entre ellos es especial porque han aprendido a respetar los espacios del otro. Comparten juegos, pero también silencios. Se buscan en los momentos importantes y, sin necesidad de palabras, saben que están ahí el uno para el otro.

Blanca lo mira y sonríe.

“Siempre recordaré este verano”, dice.

Él le devuelve la sonrisa y, sin decir nada, le da un pequeño empujón antes de salir corriendo por la arena, como si todo el mar le perteneciera.

El verano es una colección de instantes. Y este, sin duda, ha sido uno inolvidable. No por los lugares, ni siquiera por las imágenes capturadas, sino por lo que han sentido, por lo que han aprendido, por los momentos que se han quedado en el corazón.

Quedarán los días de playa, las risas al borde del mar, las puestas de sol que parecen eternas. Pero, sobre todo, quedará la certeza de que estos días han sido un regalo, de que lo mejor del verano no es el destino, sino la forma en que lo vivimos.

Y aunque pronto llegue el otoño, sabemos que, en algún lugar, aún quedan días de verano.

¿Y tú? ¿Cómo vives los últimos días de verano? Me encantaría leer tus comentarios y reflexiones sobre esos momentos que se quedan para siempre. ¡Déjalos aquí abajo!

 

¡Te deseo una Feliz Semana, sean cuales sean tus planes! Muchos besos y abrazos, Eva.

UNA MADRE QUE APRENDE Y ACOMPAÑA 

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